sábado, 3 de abril de 2010

Día 18. El amor procura comprender

Bienaventurado el hombre que halla sabiduría y el hombre que adquiere entendimiento. Proverbios 3:13

Nos gusta descubrir todo lo que podemos sobre las cosas que nos importan de verdad. Si se trata de nuestro equipo de fútbol preferido, leeremos todo artículo que nos ayude a saber cómo se desarrolla. Si se trata de cocina, veremos los canales que revelan las mejores técnicas de parrilla o recetas de postres. Si un tema nos resulta atractivo, prestaremos atención cada vez que surja. De hecho, a menudo es un área de estudio personal.

Por supuesto, está bien tener intereses ajenos al matrimonio y saber mucho sobre ciertas cuestiones. Sin embargo es aquí donde el amor haría la siguiente pregunta: ¿Cuánto sabes con respecto a tu pareja? Piensa en la época en la que eran novios. ¿Acaso no estudiabas a la persona por quien tu corazón latía?

Cuando un hombre intenta ganar el corazón de una mujer, la estudia. Descubre lo que le gusta, lo que no le gusta, sus hábitos y sus pasatiempos; pero una vez que gana su corazón y se casa, a menudo deja de descubrir cosas sobre ella. El misterio y el desafío de conocerla parecen menos intrigantes, y sus intereses comienzan a desviarse hacia otras áreas.

A menudo, también es cierto en el caso de las mujeres, quienes al principio admiran y respetan al hombre con el cual quieren estar. Y luego del matrimonio, esos sentimientos comienzan a desvanecerse, a medida que la realidad revela que su príncipe es un hombre con imperfecciones y muchos defectos.

Sin embargo, tu cónyuge todavía tiene misterios escondidos para descubrir. Si logras comprender esto, será una ayuda para unirlos más a los dos. Incluso puede traerte favor a los ojos de tu pareja. «El buen entendimiento produce favor» (Proverbios 13:15).

Considera el siguiente punto de vista: si todo lo que estudiaste de tu cónyuge antes de casarte fuera equivalente al certificado de la escuela secundaria, entonces deberías seguir aprendiendo sobre tu pareja hasta obtener un título universitario, una maestría y por último, un doctorado.

Imagínalo como un viaje que dura toda la vida, el cual te acerca cada vez más a tu cónyuge.

• ¿Sabes cuáles son sus mayores esperanzas y sus sueños?

• ¿Comprendes bien cómo prefiere dar y recibir amor?

• ¿Conoces los mayores temores de tu cónyuge y por qué lucha con ellos?

Uno de los problemas que impide tener una buena relación con tu cónyuge es que sencillamente no lo comprendes. Es probable que reaccione en forma muy distinta a ti frente a ciertas situaciones, y no comprendes por qué.

Estas diferencias (aun las que son relativamente insignificantes) pueden ser causa de muchas peleas y conflictos en tu matrimonio. Esto se debe a que, como dice la Biblia, tenemos la tendencia de «maldecir» las cosas que no emendemos (Judas 10 NVI).

Los gustos y las preferencias de tu cónyuge tienen sus razones. Cada matiz de su carácter tiene como trasfondo una historia. Cada elemento que conforma su identidad y su manera de pensar se expresa en una serie de principios guía, los cuales a menudo solo tienen sentido para la persona que los sostiene; pero vale la pena tomarse el tiempo para estudiar por qué es de esa manera. Si extrañas el nivel de intimidad que supiste tener con tu cónyuge, una buena manera de volver a ganar su corazón es comprometiéndote a conocerlo. Estúdialo. Léelo como a un libro que intentas comprender.

Haz preguntas. La Biblia dice: “El oído del sabio busca el conocimiento” (Proverbios 18:I5). El amor torna la iniciativa de comenzar las conversaciones. Tu cónyuge necesita saber que tu deseo de comprenderlo es auténtico y genuino, sólo así podrás lograr que se abra. Escucha. “Los sabios atesoran conocimiento, pero la boca del necio es ruina cercana” (Proverbios 10:14). El objetivo de comprender a tu cónyuge es escucharlo, no decirle lo que piensas. Aun si no es demasiado conversador, el amor te llama a sacar las “aguas profundas” que viven en él (Proverbios 20:5).

Pídele discernimiento a Dios. “Porque el Señor da sabiduría, de su boca vienen el conocimiento y la inteligencia” (Proverbios 2:6). Las diferencias entre los sexos, trasfondos familiares y las distintas experiencias pueden nublar tu capacidad para conocer el corazón y las motivaciones de tu cónyuge. Sin embargo, Dios da sabiduría. El Señor te mostrará lo que necesitas para saber cómo amar mejor a tu cónyuge. “Con sabiduría se edifica una casa, y con prudencia se afianza; con conocimiento se llenan las cámaras de todo bien preciado y deseable” (Proverbios 24:3-4). Hay una profundidad de belleza y significado dentro de tu esposa o tu esposo, que te sorprenderá a medida que descubras más al respecto. Entra en el misterio con esperanza y entusiasmo. Desea conocer a esta persona aún mejor de lo que ya la conoces. Transfórmala en tu campo de estudio elegido, y llenarás tu hogar con las riquezas que solo el amor puede generar.

El desafío de Hoy:

Prepara una cena especial en tu casa, sólo para ustedes dos. La cena puede ser tan especial como quieras. Dedica este tiempo a conocer mejor a tu cónyuge, quizá en áreas de las cuales no han hablado casi nunca. Decide qué sea una noche agradable para los dos.

Escribe en tu libreta-diario:

¿Qué descubriste de tu cónyuge que no sabías? ¿Cómo podrías continuar en otra ocasión, de otras maneras, este proceso de descubrimiento? ¿Qué momentos hicieron que esta noche fuera memorable?


Adquiere sabiduría, y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia. (Proverbios 4:7)

viernes, 2 de abril de 2010

Día 17. El amor cultiva la intimidad

El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos. Proverbios 17:9 NVI

Puedes ser unido con un buen amigo que conoces desde la infancia o la universidad. Puedes ser unido con un hermano, con tus padres o con un primo que tenga más o menos tu edad. Sin embargo, nada se compara con la unidad que se experimenta entre un esposo y una esposa. El matrimonio es la relación humana más íntima.

Por eso lo necesitamos tanto. Cada uno de nosotros llega a la vida con un hambre innato por ser conocido, amado y aceptado. Queremos que las personas sepan nuestro nombre, nos reconozcan cuando nos vean y nos valoren por lo que somos. La posibilidad de compartir nuestro hogar con alguien que nos conoce hasta el detalle más íntimo es parte del profundo placer del matrimonio.

Sin embargo, en esta gran bendición también yace su mayor peligro. Alguien que nos conoce a fondo puede amarnos con una profundidad que jamás imaginamos o puede herirnos de manera tal que nunca nos recuperemos del todo. Es el fuego y el temor del matrimonio.

¿Cuál de ellos experimentas más en tu hogar hoy? ¿Los secretos que tu cónyuge conoce sobre ti son motivo de vergüenza o motivos para unirlos más? Si tu cónyuge fuera a responder esta misma pregunta, ¿diría que lo haces sentir seguro o asustado?

Si el hogar no es considerado como un lugar seguro, los dos se verán tentados a buscar esa seguridad en otra parte. Quizá, te vuelques a otra persona, e inicies una reacción que coquetee con el adulterio, o en última instancia, lo cometa. Tal vez busques consuelo en el trabajo o en pasatiempos fuera de casa, en algo que te proteja, en parte, de la intimidad pero que también te mantenga rodeado de personas que te respeten y te acepten.

Tu pareja no debería sentirse presionada a ser perfecta para recibir tu aprobación. No tendría que andar con pie de plomo en donde debiera sentirse en libertad de caminar con soltura. La Biblia dice: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (Juan 4:18). En tu matrimonio debería de haber una atmósfera de libertad. Al igual que Adán y Eva en el jardín, la relación estrecha entre ustedes debiera intensificar su intimidad. Estar desnudos y no sentir vergüenza (Génesis 2:25) debería ser parte de la misma frase en tu matrimonio: en el ámbito físico y emocional.

Hay que admitir que es un tema delicado. El matrimonio ha descargado el bagaje de otra persona sobre tu vida, y el tuyo sobre la vida de esa persona. Es natural sentirse avergonzado de que se le haya revelado tanto sobre ti a alguien más; pero es tu oportunidad para guardar toda esta información privada en el abrazo protector de tu amor, y prometer ser la persona que mejor pueda ayudar a tu cónyuge a manejarla.

Algunos de estos secretos pueden necesitar corrección. Por lo tanto, puedes ser un agente de sanidad y restauración: no con sermones ni críticas, sino escuchando con amor y ofreciendo apoyo.

Algunos de estos secretos solo necesitan ser aceptados. Son parte del carácter y la historia de esta persona. Y aunque quizá no sea agradable, siempre habrá que tratar estas cuestiones con tacto y dulzura.

En cualquiera de los dos casos, solo tú ejerces el poder de rechazar a tu cónyuge debido a estas cosas o de aceptarlo e invitarlo a pasar, con todos sus defectos. Sabrá que se encuentra en un lugar seguro donde tiene la libertad de cometer errores, o se encerrará en sí mismo y lo perderás, quizá para siempre. Amar bien a tu cónyuge debería ser la labor de tu vida. Piénsalo así: Nadie te conoce mejor que Dios, quien te hizo. El autor del Salmo 139 tenía razón cuando dijo: “Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos. Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda” (Salmo 139:2-4). Y sin embargo, Dios, quien conoce los secretos que escondemos incluso de nosotros mismos, nos ama con una profundidad que no podemos ni comenzar a comprender. ¿Cuánto más deberíamos (como personas imperfectas), extender la mano a nuestro cónyuge con gracia y comprensión, aceptándolo por quién es y asegurándole que sus secretos están seguros con nosotros?

Quizá esta sea un área en la que has fracasado en el pasado. Si es así, no esperes que, de inmediato, tu pareja te deje entrar sin impedimentos a su corazón. Debes comenzar a reconstruir la confianza. A Jesús mismo se lo describe como el único que no se entromete en la vida de las personas, sino que permanece a la puerta y llama. “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Siempre hace falta tiempo para que se desarrolle la realidad de la intimidad, en especial, luego de haber sido puesta en peligro. Hoy mismo puedes tomar el compromiso de restablecerla... esto es así para cualquiera que esté dispuesto a aceptar el desafío.

El desafío de Hoy:

Decide proteger los secretos de tu cónyuge (a menos que sean peligrosos para él o para ti) y ora por él. Habla con, tu cónyuge y decide demostrar amor a pesar de estas cuestiones. Escúchalo de verdad cuando te cuente pensamientos y luchas personales.

Haz que se sienta seguro.

Escribe en tu libreta-diario:

¿Cuánto te cuesta detenerte y no decir algo crítico o de otro tipo? ¿Qué aprendiste hoy sobre tu cónyuge al escucharlo?


Yo soy de mi amado y mi amado es mío. (Cantar de los Cantares 6:3)